• Someter nuestros impulsos

     

    El autocontrol nos separa de nuestros ancestros ancestrales y del resto del reino animal, gracias a nuestra gran corteza prefrontal. Es la capacidad de someter nuestros impulsos para lograr objetivos a más largo plazo. En lugar de responder a los impulsos inmediatos, podemos planificar, evaluar acciones alternativas y, con frecuencia, evitar hacer cosas que luego lamentaremos. 

  • La voluntad es la que da valor a las cosas pequeñas

    La capacidad de ejercer autocontrol se suele llamar fuerza de voluntad. Es lo que nos permite dirigir nuestra atención, y subyace todo tipo de logros. Existe un debate significativo en la ciencia sobre si la fuerza de voluntad es o no un recurso finito. Los estudios demuestran que el ejercicio de la fuerza de voluntad exige mucho de la energía mental, especialmente de las reservas de glucosa, el combustible preferido del cerebro, que crea una disminución del ego. Es una de las razones por la que estamos más dispuestos a alcanzar esa galleta con chispas de chocolate cuando nos sentimos estresados ​​que cuando nos sentimos en la cima del mundo. 

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